jueves, 14 de abril de 2011

En fin...

No es tanto lo que siento como lo que me obligan a callar. La ciudad es más pequeña desde que perdí tus huellas. Ya conozco los rumores. Dicen por ahí que te fuiste en un caminar lento, en un titilar de palabras, porque el silencio era espantoso. Yo se que eso es una vulgar mentira. Te fuiste porque simplemente, la verdad te tocaba los talones, y la cobardía es más fuerte cuando más te presionan. Déjame contarte un secreto: que no lo veas, no significa que no exista. Y cuántas veces ha pasado todo lo contrario? Cuántas veces has visto y en realidad no existía? En fin, aprenderás del silencio sólo cuando te calles. Aprenderás del olvido sólo cuando te olvide. Y resulta que no quiero olvidarte. Lo gracioso del asunto es que ni siquiera conoces ni la mitad de lo que siento. Mi orgullo es tan limitado como tu coraje. Mis tristezas son tan necias como tu cobardía. Cuando comprendas que las palabras no fueron creadas para usarlas como simples disparadoras de mentiras, ahí nos vemos. Que yo te ame, no te da derecho a nada. Que tú me esquives me da el derecho a perseguirte. Si pudiera elegir, elegiría tu nombre para lanzarme al abismo. Si pudiera fingir, fingiría que no te conozco. Pero no puedo. Las historias que inventamos, nos hacen vulnerables. Mi imagianción no tiene límites y parece que tus límites son las ideas. No nos conocemos como deberíamos. Mi seudónimo te impide ver más allá de mis pupilas. Tu realidad me impide verte el alma. Y no es que me niegue a aceptar, me niego a hipotecar mi verdad por tu hipocresía. No es justo. Si me invitas unas copas, quizás despejamos los nubarrones. Y si me invitas a soñar, quizás sólo durmamos...Te doy un consejo? Invítame a domir, quizás no sólo soñemos...


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