viernes, 15 de abril de 2011



En las profundidades del no saber por donde continuar, por donde empezar, otra vez, descubro que mis ideales fueron maltratados tantas veces que no puedo repararlos. Están maltrechos. La quietud del desencuentro, ese sabor amargo de lo que nunca sucedió, me aniquila por completo. En aquellas desorientadas horas antes del final, antes del comienzo de esta locura inalterable, una puerta desconocida se abrió en mitad del destierro para mí. Necesitaba quedarme junto a la ternura de tus manos a cualquier precio, no fue difícil decidirme. Tomé la manija y entré, sin mirar atrás, sin buscar un instante de consuelo, sin intentar callar al ángel malvado que me gritaba al oído. Necesitaba hallarte en cualquier estado, de cualquier manera, en última instancia, sin mí.

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