lunes, 28 de abril de 2014

Te extraño...

Te extraño horrores. Es un horror extrañarte porque sucede que es contradictorio. Sí, te extraño pero al mismo tiempo, no tengo ni una sola intención de verte. ¿Por qué? Pues porque me dolería, porque me duele aún. Te extraño y a la vez pienso, ¿qué se supone que extraño? Porque para no faltar a la verdad, sigo sosteniendo todo lo que te dije, no ha cambiado ni una sola palabra en mi cabeza. También es cierto que ya te perdoné, pero haberlo hecho ni disminuye la herida ni me acerca a vos. ¿Cómo te explico? Deberías de saber tantas cosas, y yo me nublo, me oscurezco, me frustro, me saco. Me saco con vos, que en definitiva, sos vos. No te preocupes, no escribo ni para acercarme ni para que me contestes, no quiero ninguna de las dos cosas, escribo para que sepas, como siempre, para que sepas porque aún sos mi amiga en el alma, y allá, tenés que saber todo, y además, como te dije tantas cosas malas, que sigo sosteniendo (lo repito para que quede claro) también considero que debés saber esto, te extraño horrores. Daría cualquier cosa porque las cosas fueran diferentes, con tan poco hubiéramos hecho tanto. No te entendí en su momento, menos te entiendo ahora que el tiempo sigue pasando. Hay días en los que necesito hablar con vos, después me acuerdo del dolor y se me pasa, pero a veces me hacés tanta falta que parecería que hace siglos estamos lejos. Por un abrazo retrocedería el tiempo. No sé, esto es una estupidez, es irónico, pienso demasiado y no hago nada, ni ganas. La verdad es que estoy terriblemente cansada, tengo ganas de pedirte explicaciones que no tenés y a la vez no quiero ni siquiera verte, aunque sea desde lejos, y es triste, yo estoy triste, hay días que no me aguanto, y no sé por qué pero es justamente ahí cuando más te extraño. El problema está en que tengo demasiada memoria. Lo sabrás, supongo.
Que hayas pedido perdón sin saber por qué pedías perdón, me pone triste, sabés que siempre perdono cuando la otra parte se hace cargo, pero sin una razón, no me sirve para nada el arrepentimiento porque en realidad no te estás arrepintiendo de nada, entonces, por qué pedir perdón, no tiene sentido, en absoluto, pedir perdón porque crees q me lastimaste sin hacerte cargo de que lo hiciste es peor que una mentira, sinceramente, ya ni sé para qué o para quién estoy escribiendo.
En fin, así como te dije todo lo que pensaba, lo que me estaba ahogando, y la verdad, sé que en su mayoría mis palabras fueron malas, no todas, pero como siempre nos quedamos con la peor parte, jamás vamos a ver o leer, en este caso, las cosas buenas, en fin, también quería decirte esto, te extraño. Punto. Y como analizo todo y demasiado, sé que es lógico extrañarte, en muchos de los recuerdos buenos y malos que tengo de los últimos años estás vos y bueno, no es tan malo extrañarte, si no lo hiciera creo que sería un problema, extrañarte no es un problema, sólo me pone triste pero también supongo que en algún momento se me pasará, como pasa todo, todo pasa…

Me siento igual que al principio, escribirte no alivió mi pesar, lo que significa que es un sin sentido más contarte o hablarte como si pudieras escucharme, o quisieras en el peor de los casos, pero el caso es que yo no quiero eso tampoco. Como siempre, ni yo misma me entiendo, y así, incoherente, mejor me voy a dormir. 

jueves, 24 de abril de 2014

construyendo

sacrifiqué inviernos y rosas
por desnudarme en tu sombra,
maltraté las sonrisas de mis silencios
y me fui a refugiar en las ramas
marchitas
de una luna sin rostro

nunca es justa la distancia
a veces, sólo es misericordiosa

hundí mis manos en la niebla
y desperté lejos
muy lejos
de tu aroma a sábanas
recién planchadas
(no me arrepiento
porque aprendí)

 qué cruel el curso del olvido
 baja lavando heridas,
arrastrando cicatrices,
limando estrellas
pero muere en la orilla
de ese mar de mutismo:
mi memoria de arcana,
mi ofensiva memoria de arcana

navegaré, caminaré
volaré, correré
de algún modo u otro
llegaré
y cuando llegue,
me construiré un nuevo amanecer...

construiré palacios
de palabras y silencios,
abriré boquetes en los suburbios
de mis pensamientos más destructivos
y la luz entrará,
entrará y hallará
entre escombros y colillas
una sonrisa marchita,
una mirada irónica:
la mía,
y estará sembrando caricias,
remendando abrazos,
construyendo nuevos jardines,
revelando verdades,
tirando abajo todas las malezas

sin dudas y sin temor
me construiré un nuevo refugio
más noble,
más real,
más fuerte,
sin mentiras,
más leal...



miércoles, 23 de abril de 2014

Nostalgia/ausencia

Yo tenía un lugar donde refugiarme, ¿saben? Yo sentía tener un lugar dónde refugiarme, porque no es lo mismo tener que sentir, ¿verdad? Y ahora tengo esto: nada. Y en la nada, la nostalgia se hace un banquete. La nostalgia es la ausencia de ese lugar, que ni siquiera es ausencia, es vacío, es un lugar vacío ese refugio, y es tristeza, esa tristeza melancólica que te zambulle en el pasado, y cuando el dolor supera a la realidad, te ayuda a decir ¡basta!, ya no más, ya fue suficiente. Pero antes, tengo que definir a esa nostalgia, la tengo que palpar y conocer para acabar con ella...

Porque todos los días parecen iguales, y aún en la semejanza aparente, sólo una cosa se repite, extrañarte es más que un estado, es el estado en el que la perpetuidad de los recuerdos se mete en mis pupilas y me invita a la última copa, la que tomo por nostalgia, esa nostalgia de atardeceres marchitos y sencillas maneras de padecer, recordando. Así acabo la historia que no me animo a escribir, recordando. Porque recordando voy escribiendo y escribiendo voy recordando. Porque no se puede vivir sin amor pero tampoco se puede vivir sufriendo por amor.

Desterrada. Huérfana de abrazos. La nostalgia también es eso. Sentirme amarrada a la silla. Ver cómo todo sigue su curso y uno está inmóvil en una calle oscura, en un laberinto de recuerdos compartidos y partidos, con esquirlas de lágrimas por doquier. El orgullo tirando para atrás, el alma tirando para adelante. Un forcejeo inútil, devastador. Y la ilusión se completa con la certeza de que si pudiera volver el tiempo atrás, derribaría todos los muros que construí sólo para poder abrazarte cuando quisiera, no cuando lo necesitara, cuando quisiera.
Sé que la vida continúa, que el mundo sigue girando, que nada ha cambiado, y sin embargo, me siento amputada, a mi cuerpo le falta algo, a mi cabeza le sobran recuerdos, a mi alma le falta curarse. Y el dolor está ahí, agazapado, a mi lado, esperando que aparezca algún recuerdo para torturarme. Las heridas están aún abiertas, son grietas, huellas que gotean y grietas que gotean, huellas que sangran, grietas que gritan, huellas marchitas, grietas hambrientas de lágrimas, huellas sedientas de olvido, grietas/huellas.
La nostalgia debe ser eso que me obliga a elegir cada día un camino distinto para volver a casa, esquivando charcos y esquinas, alimentando distancias, eliminando probabilidades de algún fortuito encuentro. Aún cuando no crea en la suerte, porque el destino es un puto comediante y tengo que calcular a todo momento en qué calle y en qué esquina puedo cruzarme con la esa sombra que tanto extraño. Eso es nostalgia. Esquivar encuentros y recuerdos. Jugar a las escondidas con la suerte. Y me convierto en experta malabarista.

Y para que haya nostalgia, debe haber ausencia. ¡Cómo jode la ausencia! Porque la ausencia está llena y rebalsa de silencios y palabras, de recuerdos y sombras, de inventos y realidades. La ausencia es una especie de fantasma que se devora los rincones y los momentos, va ocupando cada hueco en la pared, cada arruga de la sábana, va usurpando los olvidos y la memoria. La ausencia es más que no saber de vos, la ausencia es no querer saber nada más de vos, ni de mi. La ausencia me hace cruel y te hace inmortal en mis recuerdos. Puedo acostumbrarme a todo, pero no a esa ausencia tan presente como tuya.

De pronto, caigo en la muda realidad, voy caminando por las calles de una ciudad en penumbra, custodiada por la neblina, contando los pasos, albergando esperanzas, sonriendo con ironía. Te extraño, ¡vaya que te extraño! Pero, ¡qué extraño! ¿Qué extraño? ¿A quién? ¿Lo que fuimos o lo que pensé que éramos? Al fin de cuentas, la realidad me dice que nunca tuve ese refugio, que fue sólo una ilusión, un oasis en este laberinto que habito. Y que para renacer, no cuente con el olvido, eso me ha quedado claro. Realidad, bendita o maldita, no necesito más consejos.

En fin, mi nostalgia ha de ser hasta que sea, ha de ser por querer tanto y sin escudos. Tu ausencia ha de ser hasta que me canse, ha de ser por olvidar sin querer.

Y a pesar de este desahogo, no entiendo demasiado, ni a la nostalgia ni a la ausencia, quizás, entender ya no es una opción, quizás ya no sirve de mucho explicar algo que no debería ser...