martes, 27 de julio de 2010

A pesar de mis delirios...

La luna caía sobre los tejados de este universo en cámara lenta. Tus ojos brillaban como si estuvieras observando un sueño cumplido. Yo sólo quería quedarme, arrinconarme en tu mirada y ver llegar la madrugada desde tus sábanas. No era suficiente el tiempo que teníamos para destrabar las preguntas que se hacían migajas entre los pensamientos. Fuguémonos juntos a ningún lugar, vení conmigo al fin del mundo, fue lo único que pude decir. No fui muy original, no podía hilvanar las palabras, nunca pude hilvanar las palabras teniéndote tan cerca, tan tibiamente cerca. Siempre fui un infeliz recolector de frases y palabras, y en la noche aquella, con tus ojos inundándome de caricias no pude hallar lo que era necesario decir.
Tu rostro sobre mi hombro, tu dulce y destronada boca suspirando de tanto callar ideas, tu piel bailando con mi piel, tus manos de poetiza difusa dibujando el contorno de mis labios, demasiado poco para una sola noche, te necesito completa y compleja a mi lado. Todos los días, cada día.
Si nuestras realidades fueran otras esta escena que guardo en las pupilas sería una realidad permanente. ¿Es inmensa la fatalidad o el destino es un idiota? Porque desde que me crucé contigo no soy capaz de hacer nada más que pensarte. Y estamos a la deriva los dos. Tú, en tu barco timoneado por el legado familiar y yo, en mi canoa de pescador de ilusiones. No hay marea que nos una, no existe tormenta capaz de hundirnos en la misma ola. Y sin embargo, al tocarnos, al mirarnos, la vida, esta vida, nuestras vidas son un efímero instante de locura, y una perpetua condena. Supe que habías sido creada para mis brazos, supe que había sido creado para tu cuerpo pero esta realidad es tan extraña, tan profunda y drásticamente oscura que nos obliga a despertar de madrugada y partir separados hacia el mundo de locos que habitamos.
La luna cayendo es mi mayor condena. Tu aroma es mi libertad. Te amo tanto que si tuviera que despertar otra vez lejos de tu voz preferiría no hacerlo nunca más y no estoy siendo dramático ni extremista, es la dura verdad, tan verdad como que me llamo José y te amo a pesar de mis delirios.

martes, 20 de julio de 2010

Mis Amigos...

He conocido gente increíble, desde habitantes de la luna hasta gerentes de empresas. Han entrado en mi vida sin pedir permiso, y así también, se han ido, sin decir adiós (y no lo lamento). Van y vienen como palomas mensajeras.
Algunos fueron personajes escapados de libros que nadie se atrevió a escribir jamás, otros fueron sombras en la madrugada.
He conocido a payasos que no saben nada de humor, titiriteros mal pagos, asesores de imagen sin espejos, caricaturas taciturnas del miedo, borrachos a la deriva en un mar de buenas intenciones, caminantes ocasionales de los abismos, consejeros de la vida sin almas, tristes pasamanos de compañías, altaneros sin altura, reyes sin tronos, poetas sin metáforas, desafortunados cómplices del olvido...
Tanta gente he conocido!!!. Gracias a dios ninguno de todos ellos ha perturbado mi universo, ninguno ha adornado mi alma de caricias ni ha sembrado flores a orillas de mi sendero. Ninguno de todos ellos ha vaciado mis manos, secado mis lágrimas, sanado mis heridas, acomodado mis ideas (que no son muchas, pero en fin...) Todo esto lo han hecho mis amigos...
Mis amigos son delirantes compradores de ilusiones. Son estrellas en mi cielo.
Son los envases vacíos y las copas rotas en la madrugada.
Son la extraña combinación del silencio y el barullo.
Son ángeles caídos a la hora de defender.
Son la realidad de mi ficción.
Mis amigos son, a veces, estresadamente impuntuales, no conocen el orden de los pasos, se pierden de tanto andar vagando por las calles.
Son lo fugaz y lo eterno, lo comprensible y lo incomprensible.
Son tremendamente colgados, algunos, no todos, que hasta se olvidan de aparecer...
Son uno de los pilares que apuntalan mi cordura. Aunque en ciertas circunstancias desequilibren la armonía que siempre estoy buscando.
Mis amigos son los que dejan huellas para que no me pierda. Dejan sus palabras para que no me calle, a veces para callarme también...dejan todo para acompañarme y para salvarme del peor de mis destierros, la soledad...ellos son ese milagro, ese trozo de madera que siempre aparece después de un naufragio.

Dedicado a cada uno mis amigos…incluso aquellos que formaron parte de mi vida en el pasado…por algo ha sido así…y hoy los recuerdos…