domingo, 29 de agosto de 2010

Las cenizas inmutables de aquel cuarto de hora cuando mi universo oscurecía cubren con misterio a cada una de mis palabras. Mis palabras que no tienen otro refugio que el silencio marchito, ese susurro de pasos solitarios que me persigue como si hubiera sido culpable de aquel adiós. No sé cómo vivir sin ti, no hago otra cosa que pensar en tus manos, tus labios, tu piel, y todo se desvanece, el misterio absorbe todo, y todo es misterio. Siento que no puedo hacer más de lo que hago, ya sé que nadie me exige nada pero es tan poco lo que hago. Supongo que seguiré oculto en las sombras de la noche, obligándome a soñar. Caminaré en silencio por las vacías calles de esta inentendible y vulnerable ciudad, abrigándome con la melancolía de los recuerdos hasta que ya no existan más motivos para vivir además de los inventados por los mediocres. Pensarías que divago si dijera que el mundo no está loco? Creerías si te dijera que tengo algunos motivos más para vivir que esos que inventan los mediocres y farsantes? Porque todo aquel que no sea capaz ni remotamente de aceptar esta historia tal cual es, no es más que un deslucido caminante. Puede, si, puede ser que yo esté loco, bien loco o puede que solamente sea tristeza...tristeza infinita. Y no me quejo, esto no es una queja, sólo quisiera que entendieras, de una vez y para siempre, que no es un capricho no olvidar; el por qué del recuerdo no tiene explicaciones, no tiene formas ni maneras. No puedo obligarte a entender, cuando sucede que ni yo me entiendo pero tampoco quiero que seas cómplice de mi locura ni me culpes por tu soledad...

Hoy no te ví

Hoy no encontré tu mirada entre las nubes calladas, no pude verme en tu mirada.

Hoy no sentí tu perfume en la caricia tímida del viento, no pude suspirar por tu sonrisa.

Hoy no te escuché pronunciar mi nombre, no pude perderme en tu voz.

Hoy no te ví...

y simplemente, te extrañé...

lunes, 23 de agosto de 2010

Mensaje de un suicida arrepentido...

Se me han nublado los cielos, el horizonte se me ha teñido de negro y mi solitario sendero se cubrió de neblina, tan espesa que me prohibía observar mis propios pasos.
Mis dioses cayeron. En realidad, se me han caído a mí. Yo los dejé desmoronarse. Realidad, ya no sé qué es real, qué no. No sé cómo sucedió pero he dejado que mis temores crecieran, que mis mentiras piadosas comenzaran a esclavizarme. He dejado que mi esperanza fuera arrasada por una desesperación incontrolable. Hasta he dejado que mis sueños traicionaran a mi razón. En algún momento ni siquiera me importaron las personas que realmente amo.
De un pestañear se me han borrado los recuerdos. Todo lo que viví quedó sepultado bajo un manto de dolor sin consuelo. Se me han esfumado las caricias y ya no pude amar. He dejado de observar atardeceres, de charlar con mi silencio y he dejado que me abandonaran las estrellas.
La libertad ha terminado por confundirme y junto a la soledad me han encerrado en un cofre de nostalgia, respirando angustia y consumiendo tristeza. Y, por último, la cobardía se ha apoderado de mi alma, sin dejarme ver lo que estaba por hacer.
Perdonen, ya se me han terminado las excusas, las torpes excusas para defender mi comportamiento. Aún no sé cómo escapé de mi propio tormento, creo que simplemente no deseaba que la reseca muerte me encontrara vacio y solo, sin haber hecho lo suficiente, sin haber hecho lo suficiente...

jueves, 19 de agosto de 2010

Fueron inmortales las noches,
eternos los días
desde el último amanecer juntos,
he pasado más tiempo sin verte
de lo que mis ojos pueden soportar
y sin embargo estoy aquí
extrañándote...

Siempre estaré extrañándote...
siempre...

¿Qué es tarde?...

Los motivos se vuelven turbios, muy turbios. No entiendo las razones, busco explicar lo que no debería explicar, pero no puedo quedarme con la simple apariencia de una verdad, la necesito entera, sin velos, sin penumbras, de la misma manera que te necesito a ti. No entiendo cuando me dices que te vas porque se hace tarde, ¿tarde? ¿Qué es tarde? ¿Tarde para qué? Es tarde para volver el tiempo atrás y borrar todo lo que pasó, es tarde para recorrer las huellas que ya incrustaste en el sendero que te trajo hasta mí, no me digas que es tarde…y que tienes que irte, mi lecho rebalsa de tu perfume, yo respiro sólo tu perfume...las luces del alba se aproximan, ¿eso significa que es tarde la noche ya, o demasiado pronto el amanecer? Es tarde para volver...o es que acaso no sé volver?...

miércoles, 18 de agosto de 2010

Antes de que cuente diez...Fito y Fitipaldis

Puedo escribir y no disimular
es la ventaja de irse haciendo viejo
no tengo nada para impresionar
ni por fuera ni por dentro.

La noche en vela va cruzando el mar
porque los sueños viajan con el viento
y en mi ventana sopla en el cristal
mira a ver si estoy despierto.

Me perdí en un cruce de palabras
me anotaron mal la dirección
ya grabé mi nombre en una bala
ya probé la carne de cañón
ya lo tengo todo controlado
y alguien dijo no, no, no, no, no
que ahora viene el viento de otro lado
déjame el timón
y alguien dijo no, no, no

Lo que no llegará al final
serán mis pasos, no el camino.
No ves que siempre vas detrás
cuando persigues al destino.

Siempre es la mano y no el puñal
nunca es lo que pudo haber sido
no es porque digas la verdad
es porque nunca me has mentido.

No voy a sentirme mal
si algo no me sale bien
he aprendido a derrapar
y a chocar con la pared
que la vida se nos va
como el humo de ese tren
como un beso en un portal
antes de que cuente 10.

Y no volveré a sentirme extraño
aunque no me llegue a conocer
y no volveré a quererte tanto
y no volveré a dejarte de querer
dejé de volar me hundí en el barro
y entre tanto barro me encontré
algo de calor sin tus abrazos
ahora sé que nunca volveré

(A veces me pasa que mis palabras no me alcanzan, no sé cómo expresar las cosas que siento, entonces supongo y creo entender que es mejor buscar palabras afuera, y hoy, esta hermosa canción me ayuda a expresarme...)

jueves, 12 de agosto de 2010

El espejo vacío

Existía una realidad que me estaba golpeando y yo siempre ausente. El cielo no era digno de mi mirada, recuerdo que esa noche había luna llena, y la luna llena opaca el brillo de las estrellas. Recuerdo que sonreí con ironía como si en algún punto del universo alguien me estuviera observando.
La ciudad dormía, ni los fantasmas que anidan en las avenidas deseaban aparecer. Fue una noche de abril. Y el aire de abril es diferente. Después de las repetidas lluvias de marzo con la llegada del otoño, es como si todo fuera nuevo o recién lavado. La humedad flota en el aire como burbuja de ensueño, y el frío hace sus primeras apariciones. Esa noche hacía frío. Yo llevaba mi desteñida campera marrón de corderoy con su bolsillo descocido. Hacía tres años que se me había roto. Lo arreglé y se volvió a romper. Supongo que algunas cosas no deben arreglarse y así lo dejé…
Yo estaba sentado a orillas de una vereda, sin testigos, con una botellita de cerveza en la mano, lo veo a José acercarse caminando con toda la parsimonia característica en él. Lo miro, lo saludo y descubro que no es el mismo José de la noche anterior cuando comimos en lo del Gordo. Tiene una especie de brillo en la mirada, digo especie pues jamás vi sus ojos brillar, no por nada, al menos. Y me imaginé que algo se traía bajo el poncho, como solía decir mi abuelo.
Así fue. Me abrazó, sonría. Yo no hice más que mirarlo, no entendía nada.
-Hermano, me voy –dijo con una sonrisa en los labios. Descubrí que acá no está lo que estoy buscando.
-Pero a dónde vas a ir, José –le recriminé, bajando la mirada-.
-Me voy a deambular las desprolijas rutas de mi país.
-No te hagas el poeta ahora, por favor te lo pido, no seas tan soñador che, te vas a golpear tan fuerte que no sabrás cómo carajos levantarte. Dale, dejate de tonterías, decime, ¿para donde vas?-y lo quedé mirando fijo a los ojos. Lamentablemte descubrí que me estaba diciendo la verdad.
-Sólo porque sos mi amigo y te quiero, no te rompo la cara –me dijo y se pegó la vuelta.
Yo no sabía qué hacer, me estaba diciendo que se iba, quizás necesitaba consuelo y eligió irse ya que nadie supo dárselo. Quizás estaba huyendo del mundo que lo obligaba a ser como todos. Corrí para alcanzarlo.
-Hey José, esperá un segundo che, pará, perdoname, pará, vení para acá, hablemos, hermano –le gritaba mientras lo alcanzaba.
-No, no, está bien, ya sé que nadie me entiende en este puto agujero –me dijo mientras seguía caminado. Y yo caminando detrás, persiguiéndolo, mientras gritaba:
-Pero José, escuchame, qué locura es esa de dejar todo, en realidad, no es todo, es lo poco que conseguiste por ir detrás de un sueño, más que sueño, una idea? no lo entiendo, no podría dejar nada, ni siquiera mi viejo cenicero para ver qué hay más allá del horizonte. Ahí estaba la diferencia, yo no podía pero él si.
Después de varios metros, pude alcanzarlo. Le pedí perdón de todas las maneras que conocía. Finalmente se detuvo justo en mitad de una cuadra. De unos cables grises colgaba un foco que ya casi no iluminaba, parecía como si la monotonía lo hubiera aburrido. José sólo llevaba una mochila de esas de viajero, la gorra negra que le había regalo para su cumpleaños, los mismos pantalones gastados de hace décadas y cargaba con una ilusión en la mirada que no pude esquivar.
Antes de dejarme pronunciar otra palabra, él me dijo:
-Mirá, te lo voy a explicar de esta manera, espero que tengas suficiente memoria para recordar y decirme si me equivoco, ¿está? Siempre estuve esperando, hoy me cansé de esperar. Cada vez que encuentro en mi memoria alguna vieja canción, esta me recuerda que estoy perdiendo mí tiempo, mi escaso tiempo sobre esta tierra. Siempre me dediqué a buscar más de lo que podría haber hallado en un millón de años. No me estoy quejando de nada, te cuento para ver si me entendés. Busqué y busqué, y quizás busqué en los lugares incorrectos. Miré cientos de veces el infinito, buscando a Dios, y luego simplemente lo hallé en una mirada tan tierna como aterradora, la mirada de quien necesita consuelo pero que es capaz de hacer cualquier cosa. Vacilé al ver lágrimas en los rostros de espectros llamándome, temí más por mi cordura inalterable que por mi desorientada esperanza, vacilé y no logré nada, salvo algunos reproches que no me ayudaron a creer. Busqué fuerzas en momentos de flaqueza hasta debajo del atardecer, me volví loco tratando de hallar la manera de seguir, la descubrí, mi alma la descubrió armándome de paciencia para no caer, pero no hallé las fuerzas necesarias para escapar de tantos tormentos, seguí divagando por el mundo de las letras y deambulando por el de los sueños, y casi nunca los pude unir. Busqué piedad para los mares de mis tristezas, busqué consuelo, sin saber qué hallaría realmente, perseguí lunas incansablemente hasta desmoronarme de cansancio. Pero era muy pronto para caer, para flaquear. Tenía tantas cosas que resolver aún, tengo. Busqué el amor sin apurarme, sabía que tenía todo el tiempo del mundo, como quien dice, para encontrarlo.
Aunque lo haya encontrado y perdido. Busqué en las miradas de las personas el brillo que necesitaba encontrar para no perderme, en cierto tarde de marzo hallé esa luz capaz de iluminarme el alma, pero también la perdí. Varios años después supongo y creo entender que fue mejor así. A veces el destino juega una especie de acertijos, nos pregunta, nos distrae, nos hace pensar en un millón de cosas antes de dar con lo correcto. Es cierto que me sentí triste por algún tiempo, hay que reconocer el dolor, quien no admite sufrir terminará creyendo que son todos unos ignorantes. (Y la ignorancia es sólo falta de conocimiento, no es como la indiferencia). Sufrí, sí, es cierto, pero ahora entiendo que mi alma se fortaleció, ahora mi alma, puede afrontar la ausencia de ese brillo de una sola mirada, porque ahora sé que hay millones de otras mirandas esperando por ser descubiertas. Estás son las razones que me llevaron a tomar esta decisión, inesperada, tal vez, no tengo más para decirte que esto. Espero que lo hayas entendido.
Me quedé unos minutos en silencio, tratando de obtener una respuesta, inventando algún pretexto para convencerlo de que no partiera. Y no pude. Cada palabra, cada frase era cierta, a la manera de José era cierta.
Entonces, sin más para pensar le dije:
-Claro hermano que te entiendo, y sí, tenés razón, no te equivocás. Y lo abracé, no sabía en qué lugar o tiempo volvería a encontrar a este amigo que partía en busca de algo que le faltaba y que no sabía qué era.
Quizás necesitaba vaciarse, quizás fue en busca de lo que le sobraba porqué sé que todas estas razones no son las únicas. Pero ahora que sé cuándo tomó esta decisión, ahora lo entiendo, y creo suponer que de haberme pasado a mi, yo hubiera hecho lo mismo. De pronto un día, lo cotidiano se tornó costumbre. Y la costumbre en rutina sin escrúpulos. Desde la primera mirada supo que no había nacido para ver el mundo con los mismos ojos que el resto de la gente, supo que no podría caminar con la misma misión todos los días. Lo supo pero se le olvidó. El crecer de un salto lo hizo perder aquella hermosa visión, aquella singular mirada del mundo. No tuvo otra alternativa, tuvo que crecer pero el salto lo llevó a la deriva. Y amaneció en una ciudad llena de brillantes luces pero sin alma. Despertó de esa aletargada pesadilla desprovisto de sueños. Sintió que estuvo caminando a tientas como un ciego involuntario hasta que un buen día, un bendito vidrio de una ventana en ruinas le gritó mil preguntas al vacío. Miró a través de él convencido de que había alguien más del otro lado pero no fue así. Era el mismo al que miraba, era suya la imagen reflejada. Ese no podía ser él. No podía ser eso que aparecía ahí. ¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez que miró un espejo? ¿Tanto tiempo pasó? Ese no era él. ¿Desde cuándo no tenía sonrisa? ¿Desde cuándo no tenía mirada? ¿Desde cuándo no brillaba su mirada? No había alma allí. ¿Dónde quedó su alma? La ciudad se la devoró. No había nadie detrás de esa mirada. No aparecía en el espejo, era un simple no reflejo. Buscó por cada facción de su antiguo rostro, ese que él recordaba, pero ya no estaba, ya no existía aquel rostro. De pronto, la noche lo acarició, sintió un escalofrío que no lo provocó el viento sino esa nefasta afirmación, no había nadie en el espejo. Preferiría haber hallado una sombra o un trozo del silencio antes que ese vacío. Y entonces, como si la verdad hubiera estado siempre al alcance de las manos, entendió que debía salir de esa ciudad, debía encontrar su verdadero reflejo en el vidrio.
Ese día él partió en busca de lo que no encontraba en esta ciudad que nos tocaba habitar, la cuál, cabe rescatar, no siempre habitábamos.

Años atrás, cuando las luces del techo iluminaban en lugar de molestar, José fue peregrino de esta ciudad, que no es tan pequeña como parece. Conoció sus rincones, supo de sus secretos. En ocasiones llegué a imaginar que ella le hablaba cuando todos dormían, y él la escuchaba cuando el bullicio se rendía. Los árboles le preguntaban por qué caminaba por las penumbras, y mi querido amigo siempre dijo que para que nadie lo descubriera. No tenía ganas ni motivos para andar dando explicaciones.
Así supo que hay una baldosa floja en la vereda de mi casa y que en la esquina las paredes son grises como el cielo en abril y hasta descubrió que hay rostros en la pared. Supo también que la ventana de la mujer que yo amaba no tenía bisagras. Y hasta se enteró cuánto le cuesta su pasado.
Recorrió los rincones por donde se tejieron historias y las tijeras que las descosieron. Existen bancos en la plaza varados en un tiempo sin tiempo. Están ahí, acechando a los habitantes. Ellos saben más que él pero no quieren contarle, no le van a contar. Y como todo buen habitante del silencio, José los respeta.
Es un tejido de calles la ciudad. Y él se perdió en ellas, se fundió en sus aceras para intentar, sólo intentar entender por qué la gente que habitaba la ciudad era como era, así, tan superficial, hoy descubro, que nunca lo pudo lograr, por eso esta loca idea de deambular por el país, la ciudad le quedó extremadamente pequeña para sus preguntas sin respuestas.

El olvido no es un santo...

No te creas que el olvido es un santo y que vendrá a rescatar tu recuerdo de mi llanto, no, no creas que me será tan fácil olvidarte. Sería más sencillo convertirme en olvido. Y eso es justo lo que haré, seré olvido. Destruiré nuestro libro de recuerdos, ya no le sirven a nadie, menos a mi que estoy loco, ¿para qué quiere los recuerdos un loco? Loco y solo, sin ti estoy solo, ya sé que está Ernesto con su paciencia a cuestas y su sarcástico humor pero Ernesto no eres tú, se entiende? Al abandonarme, destruiste la cama, la mesa y el maldito reloj, bueno, todo lo que necesitaba para sobrevivir, ahora prefiero seguir destruyendo, quizás así logre escapar de esta locura de amarte sin que tú estés, quizás así logre ser olvido.
Destruiré los muros de esta prisión, quitaré los candados que me callan y saldré a gritar tu nombre por las calles sin milagros hasta hallarte, o hasta acabar de perderme, no me importa. No pretendo ser más que una huella, dejar en el camino una huella y no una sombra, ser una huella por si algún día decides volver. Y yo aquí estaré, en las ruinas de este castillo de palabras que penden de la noche y dependen del silencio. He destruido las luces y armé un gran barullo sólo para que desaparezcan todas las palabras que me torturan, sólo tu nombre me basta, sólo tu nombre me alcanza para vivir...Por qué pensarás que el olvido es un santo?

martes, 10 de agosto de 2010

Podrías perdonar mi inestabilidad? Podrías quedarte cuando te pido que te vayas, por favor? Sé que a veces son tantas mis incoherencias, mis fugas, pero de verdad, si me ves ausente o acaso ocupado, sólo estoy pensando en ti.
Sabías que el mundo, el universo es exactamente el mismo desde que no estás? No se ha apagado ni una estrella, los polos siguen en su frío lugar, la luna continúa girando y arrastrando las mareas, todo sigue igual desde que no estás y sin embargo yo, yo no me reconozco ni mirándome al espejo, y no conozco a nadie...sí, ya sé que es triste esto, pero mira, no puedo calmar las voces de todos los fantasmas que me persiguen, sólo puedo escribirte en estas horas y confesarte lo que no te he dicho antes.
Sabías que colecciono y atesoro abrazos, misterios que resuelvo con el tiempo pero que me encanta que permanezcas envueltos de dudas? Seguramente no sabías que mi mundo dependía de tu sonrisa ni que mis ojos dependían de tus besos...pero bueno, ahora te los estoy diciendo, ahora deberías de saberlo y perdonarme...perdonarme...perdona mis confesiones al silencio, siempre fue mi aliado, no quise que se interpusiera entre nosotros pero parece que no lo logré, no?
Estás ahí? Estarás en algún lugar escuchando? Quisiera seguir mintiéndome y creer que es así...
Tan mal estoy? Tan ausente que todavía hablo de ti como si estuvieras aquí?...Parece que así es...podrías por favor abrazarme un instante y detener el reloj? necesito sentir que estoy vivo...

sábado, 7 de agosto de 2010

Y te fuiste, no más. Destrabaste la puerta, con tu sonrisa de luna creciente me miraste, y te fuiste. Me abandonaste en el ocaso de mi cordura, me dejaste a la deriva en un mar de palabras sordas. Aspiré tu perfume hasta saciarme y me quedé pensativo, hilvanando tu recuerdo con tu ausencia. Qué dolor!! Dios!! La última vez que me sentí tan abatido fue después de buscar por siglos la realidad, la realidad a la que ya no puedo regresar.
Sé que suficiente no es necesario y que a veces, necesario no es suficiente, sé que no estás y que esta tristeza infinita durará lo que dure una eternidad, no busco evitarlo, pero el saber que todo pasa, como me lo repiten a cada maldito segundo, no es suficiente, no me alcanza con saber que todo pasa, y no es necesario que me lo digan tantas veces...
Te fuiste, te fuiste y así como sé que la noche pasará también sé que no estás...
Creí que serías una sombra más habitando la ciudad, incluso llegué a imaginar que ni siquiera tenías sombra. Andabas como dueña del lugar, desordenando calles, alborotando el silencio de la siesta, eras la sonrisa siempre dispuesta. No toleré jamás a las personas como vos, pero parece que el destino, no tan idiota después de todo, me jugó una buena pasada. Me crucé con tus ojos en la madrugada sin sol, y no sólo descubrí que eras más bella que la luna en las noches sin nubes, sino que además tenías la sombra más armoniosa del universo. Me enamoré y no necesité saber tu nombre ni tu edad, sonrío al pensar en ello. Supongo que es inevitable que no pueda nombrarte luego de lo que sucedió, o de lo que no sucedió, de lo que nunca sucedió...
Quedé atrapado en un naufragio sin tormenta, besé tus ojos como si alguna vez hubieran formado parte de mi alma y repetí la historia tantas veces que ya no sé quién soy o quién debería ser....
Estás en ese rincón feliz del jardín, iluminando las rosas, armando laberintos, rescatando cenizas, pintando láminas del paraíso que tuvimos, mientras yo ando divagando por las palabras que no me decido a escribir, mientras ando buscando tu aroma por la casa como si fuera una sustancia que queda suspendida en el aire...como si estuviera loco...
Y salgo a buscarte por las oscuridades de este invierno sin tregua y no te hallo, y no me hallo, y te perdí, hace cuánto te perdí? Por qué no puedo recordarlo? También me perdí yo, supongo que de tanto arrebatarle recuerdos al pasado, este me atrapó…No es justo, no? Sigo soñando tu mirada, sigo acariciando la sombra que no reconocí en un principio y sigo vivo, no sé si es una bendición o un milagro…