sábado, 7 de agosto de 2010

Creí que serías una sombra más habitando la ciudad, incluso llegué a imaginar que ni siquiera tenías sombra. Andabas como dueña del lugar, desordenando calles, alborotando el silencio de la siesta, eras la sonrisa siempre dispuesta. No toleré jamás a las personas como vos, pero parece que el destino, no tan idiota después de todo, me jugó una buena pasada. Me crucé con tus ojos en la madrugada sin sol, y no sólo descubrí que eras más bella que la luna en las noches sin nubes, sino que además tenías la sombra más armoniosa del universo. Me enamoré y no necesité saber tu nombre ni tu edad, sonrío al pensar en ello. Supongo que es inevitable que no pueda nombrarte luego de lo que sucedió, o de lo que no sucedió, de lo que nunca sucedió...
Quedé atrapado en un naufragio sin tormenta, besé tus ojos como si alguna vez hubieran formado parte de mi alma y repetí la historia tantas veces que ya no sé quién soy o quién debería ser....
Estás en ese rincón feliz del jardín, iluminando las rosas, armando laberintos, rescatando cenizas, pintando láminas del paraíso que tuvimos, mientras yo ando divagando por las palabras que no me decido a escribir, mientras ando buscando tu aroma por la casa como si fuera una sustancia que queda suspendida en el aire...como si estuviera loco...
Y salgo a buscarte por las oscuridades de este invierno sin tregua y no te hallo, y no me hallo, y te perdí, hace cuánto te perdí? Por qué no puedo recordarlo? También me perdí yo, supongo que de tanto arrebatarle recuerdos al pasado, este me atrapó…No es justo, no? Sigo soñando tu mirada, sigo acariciando la sombra que no reconocí en un principio y sigo vivo, no sé si es una bendición o un milagro…

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