La luna caía sobre los tejados de este universo en cámara lenta. Tus ojos brillaban como si estuvieras observando un sueño cumplido. Yo sólo quería quedarme, arrinconarme en tu mirada y ver llegar la madrugada desde tus sábanas. No era suficiente el tiempo que teníamos para destrabar las preguntas que se hacían migajas entre los pensamientos. Fuguémonos juntos a ningún lugar, vení conmigo al fin del mundo, fue lo único que pude decir. No fui muy original, no podía hilvanar las palabras, nunca pude hilvanar las palabras teniéndote tan cerca, tan tibiamente cerca. Siempre fui un infeliz recolector de frases y palabras, y en la noche aquella, con tus ojos inundándome de caricias no pude hallar lo que era necesario decir.
Tu rostro sobre mi hombro, tu dulce y destronada boca suspirando de tanto callar ideas, tu piel bailando con mi piel, tus manos de poetiza difusa dibujando el contorno de mis labios, demasiado poco para una sola noche, te necesito completa y compleja a mi lado. Todos los días, cada día.
Si nuestras realidades fueran otras esta escena que guardo en las pupilas sería una realidad permanente. ¿Es inmensa la fatalidad o el destino es un idiota? Porque desde que me crucé contigo no soy capaz de hacer nada más que pensarte. Y estamos a la deriva los dos. Tú, en tu barco timoneado por el legado familiar y yo, en mi canoa de pescador de ilusiones. No hay marea que nos una, no existe tormenta capaz de hundirnos en la misma ola. Y sin embargo, al tocarnos, al mirarnos, la vida, esta vida, nuestras vidas son un efímero instante de locura, y una perpetua condena. Supe que habías sido creada para mis brazos, supe que había sido creado para tu cuerpo pero esta realidad es tan extraña, tan profunda y drásticamente oscura que nos obliga a despertar de madrugada y partir separados hacia el mundo de locos que habitamos.
La luna cayendo es mi mayor condena. Tu aroma es mi libertad. Te amo tanto que si tuviera que despertar otra vez lejos de tu voz preferiría no hacerlo nunca más y no estoy siendo dramático ni extremista, es la dura verdad, tan verdad como que me llamo José y te amo a pesar de mis delirios.
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