miércoles, 23 de abril de 2014

Nostalgia/ausencia

Yo tenía un lugar donde refugiarme, ¿saben? Yo sentía tener un lugar dónde refugiarme, porque no es lo mismo tener que sentir, ¿verdad? Y ahora tengo esto: nada. Y en la nada, la nostalgia se hace un banquete. La nostalgia es la ausencia de ese lugar, que ni siquiera es ausencia, es vacío, es un lugar vacío ese refugio, y es tristeza, esa tristeza melancólica que te zambulle en el pasado, y cuando el dolor supera a la realidad, te ayuda a decir ¡basta!, ya no más, ya fue suficiente. Pero antes, tengo que definir a esa nostalgia, la tengo que palpar y conocer para acabar con ella...

Porque todos los días parecen iguales, y aún en la semejanza aparente, sólo una cosa se repite, extrañarte es más que un estado, es el estado en el que la perpetuidad de los recuerdos se mete en mis pupilas y me invita a la última copa, la que tomo por nostalgia, esa nostalgia de atardeceres marchitos y sencillas maneras de padecer, recordando. Así acabo la historia que no me animo a escribir, recordando. Porque recordando voy escribiendo y escribiendo voy recordando. Porque no se puede vivir sin amor pero tampoco se puede vivir sufriendo por amor.

Desterrada. Huérfana de abrazos. La nostalgia también es eso. Sentirme amarrada a la silla. Ver cómo todo sigue su curso y uno está inmóvil en una calle oscura, en un laberinto de recuerdos compartidos y partidos, con esquirlas de lágrimas por doquier. El orgullo tirando para atrás, el alma tirando para adelante. Un forcejeo inútil, devastador. Y la ilusión se completa con la certeza de que si pudiera volver el tiempo atrás, derribaría todos los muros que construí sólo para poder abrazarte cuando quisiera, no cuando lo necesitara, cuando quisiera.
Sé que la vida continúa, que el mundo sigue girando, que nada ha cambiado, y sin embargo, me siento amputada, a mi cuerpo le falta algo, a mi cabeza le sobran recuerdos, a mi alma le falta curarse. Y el dolor está ahí, agazapado, a mi lado, esperando que aparezca algún recuerdo para torturarme. Las heridas están aún abiertas, son grietas, huellas que gotean y grietas que gotean, huellas que sangran, grietas que gritan, huellas marchitas, grietas hambrientas de lágrimas, huellas sedientas de olvido, grietas/huellas.
La nostalgia debe ser eso que me obliga a elegir cada día un camino distinto para volver a casa, esquivando charcos y esquinas, alimentando distancias, eliminando probabilidades de algún fortuito encuentro. Aún cuando no crea en la suerte, porque el destino es un puto comediante y tengo que calcular a todo momento en qué calle y en qué esquina puedo cruzarme con la esa sombra que tanto extraño. Eso es nostalgia. Esquivar encuentros y recuerdos. Jugar a las escondidas con la suerte. Y me convierto en experta malabarista.

Y para que haya nostalgia, debe haber ausencia. ¡Cómo jode la ausencia! Porque la ausencia está llena y rebalsa de silencios y palabras, de recuerdos y sombras, de inventos y realidades. La ausencia es una especie de fantasma que se devora los rincones y los momentos, va ocupando cada hueco en la pared, cada arruga de la sábana, va usurpando los olvidos y la memoria. La ausencia es más que no saber de vos, la ausencia es no querer saber nada más de vos, ni de mi. La ausencia me hace cruel y te hace inmortal en mis recuerdos. Puedo acostumbrarme a todo, pero no a esa ausencia tan presente como tuya.

De pronto, caigo en la muda realidad, voy caminando por las calles de una ciudad en penumbra, custodiada por la neblina, contando los pasos, albergando esperanzas, sonriendo con ironía. Te extraño, ¡vaya que te extraño! Pero, ¡qué extraño! ¿Qué extraño? ¿A quién? ¿Lo que fuimos o lo que pensé que éramos? Al fin de cuentas, la realidad me dice que nunca tuve ese refugio, que fue sólo una ilusión, un oasis en este laberinto que habito. Y que para renacer, no cuente con el olvido, eso me ha quedado claro. Realidad, bendita o maldita, no necesito más consejos.

En fin, mi nostalgia ha de ser hasta que sea, ha de ser por querer tanto y sin escudos. Tu ausencia ha de ser hasta que me canse, ha de ser por olvidar sin querer.

Y a pesar de este desahogo, no entiendo demasiado, ni a la nostalgia ni a la ausencia, quizás, entender ya no es una opción, quizás ya no sirve de mucho explicar algo que no debería ser...


No hay comentarios: