Salgo de mi casa con la ilusión a cuestas, pesándome más que el olvido. Voy a verte, amor. El aire frío me despierta. El día no es bueno, la llovizna humedece lentamente las calles y el alma. Voy susurrando tu nombre. Llevo en la mochila un regalo para ti, a parte de un par de sueños olvidados, y una carta frágil como mi memoria. No estoy lejos, pero es largo el trayecto que me devolverá a tu mirada. Mi paciencia nunca fue reconocida por el tiempo, y hoy menos que nunca. Pero voy tranquila, sin apuros, estás esperándome. Camino lento, dejo que las gotas golpeen sin ganas. Enciendo un cigarrillo y camino. Camino pensando en tus manos de alquimista frustrado, en tu sonrisa de luna creciente. Voy pensando en ti, escuchando "Y sin embargo", de Sabina en el celular, imaginando el abrazo que tanto necesito, amor. Qué ingenua imaginación la mía.
Quedamos en encontrarnos en la misma esquina donde te conocí. Mis latidos se aceleran. Las calles se vacían. El silencio inunda la ciudad. El sol se asoma tímidamente. Y todo parece una ilusión. Me acerco al lugar donde tus brazos esperan, donde mi alma me espera.
Los recuerdos entorpecen mi visión. Ando tan confundida últimamente que ya no confío en mis ojos ni en mi memoria. Pero veo tu sombra a orillas de una pared. Veo a tu soledad alejándose. Te veo y tu sonrisa me transporta hasta tus brazos, amor, mi amor.
La realidad se adormece ahora y descubro que es hora de cambiar de sueños...
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