lunes, 13 de septiembre de 2010

Tercera carta a un ángel perdido

Todo esto que siento, todo esto que me llena y me vacía, no alcanza. Yo sé que no alcanza, que no puedo ayudarte a salir de tu laberinto. Me duele tanto que a veces no puedo imaginar una vida sin tus palabras. Las luces del pueblo se apagan, y tú andas escondiéndote del pasado como si el pasado fuera a atraparte otra vez. Y tu pasado sólo es dueño de ti porque no lo aceptas, porque corres por la vida y temes tanto detenerte que sientes que el alma se te cae. Y tienes el alma tan herida que ya no puedes respirar. Déjame cuidar de tu sombra, no te pido que camines a mi lado, ni que te conviertas en mi propia sombra, sólo déjame acompañarte para que pases por tu pasado como quien pasa por un puente, un túnel, un camino estrecho. Existen tantas cosas que no sé, tantas miradas que no puedo ver, tantos cielos que no puedo despejar, tantos paisajes que no puedo pintar, pero existe algo que sé, sé cuánto te pesa el alma, cuánto te duele mirar atrás y descubrir que la soledad de un momento te acompañó toda la vida. No puedes desprenderte de ella, te ahoga, te aprisiona, y yo no puedo hacer más que esto, escribir, escribirte en esta tarde de primavera sin flores en el jardín.
Tantas veces te he dicho que la distancia no depende de los kilómetros que puedan separarnos, tantas que ya he perdido la cuenta. Si bien es cierto lo que Fito dijo, te acordarás? eso de que Rosario siempre estuvo cerca, bueno, aunque sea cierto, hoy, ahora cuando no me dejas alcanzar tu alma, ahora no lo creo. Las palabras, mejor digo, el silencio de las palabras separa más que unos poco metros.
Has dejado que las luces de la gran ciudad, una vez más opacaran tu alma. Tu alma que ha sido amiga de mi alma antes, muchos antes de habernos conocido. No es tanto lo que pido, o sí? Déjame abrazarte, déjame cuidarte...

(A veces, cuando me deja entrar en su mundo y se libera por unos minutos de sus fantasmas, me cuenta que para él, la realidad es una maraña de objetos, de ideas sueltas, de recuerdos que no logra descifrar, y el mundo se convierte en un lugar aterrador para sus sueños. A veces me mira y sé que está observando algún recuerdo y entonces me dice que le pasa la vida, sin saber en qué lugar se encuentra, donde estuvo ayer, en qué ciudad nació. Yo me muerdo los labios para no importunarlo, para no preguntarle cómo es que habiendo vuelto al pasado tantas veces, hoy ya no recuerda el camino, la memoria juega a las escondidas con él, y conmigo, claro).

Cuando la amistad no alcanza para entender, para ver más allá de las apariencias, para completar el rompecabezas, el silencio parece ser la única salida, el único principio para un pronto final. Y a pesar de mi propio dolor, debo respetar tu silencio. Pero no puedo fingir, no puedo negar que hoy tengo tanto pesar que la tristeza no es más que otra hora del día. Si alguno encuentra mi alma tirada en un abandonado rincón del universo, no se preocupe en rescatarla, hoy no la quiero, no la necesito. El dolor lo ocupa todo, no tengo espacios libres para mi alma. El simple hecho de no poder ayudarte, me sumerge en el dolor.

Sólo puedo decir hasta luego, no me sale el adiós, es tan definitivo un adiós que de sólo pensarlo se me ahoga la mirada, espero verte a la vuelta de la esquina y que nunca olvides que te quiero y que siempre, siempre estaré extrañándote...lamento no poder abrazarte, pero supongo que ya sabrás por qué...

Vane...

P/D: aquí estaré, en este universo privado que solíamos compartir, en este universo de palabras tiradas al aire...

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