Como un manto de humo, la neblina esta vez cubre la ciudad en la madrugada. No veo más allá de la esquina, pero tengo que salir a sabotear mis propias realidades antes de que sea demasiado tarde para mis sueños. Es increíble cómo la humedad suspende el tiempo. Todo queda inmóvil, quieto, petrificado. Y yo debo salir de cualquier manera. No hace frío, aún no hace frío. Sonreír con ironía es lo menos que puedo hacer. Esto parece un cuento de suspenso en descomposición. Y una burla cruel del destino, en el caso de que exista. Es que mi alma está igual que la ciudad, cubierta de niebla. En algún rincón del universo existe alguien más sonriendo. Los fantasmas de siempre, que ya no asustan a nadie, mucho menos a mi que ya me acostumbré a su compañía forzosa, salen a pasear por las calles deshabitadas. Se sientan en los cordones de las aceras vacías. Vigilan la monotonía y me acompañan al trabajo. Parece que la madrugada quedó insomne como yo...
Quizás era mentira tu mirada de ayer, quizás inventé la mejor mentira para creer en tu mirada de ayer. Por alguna razón que aún desconozco, la ciudad y el alma se parecen en esta madrugada de neblina extrema...otro día para pensar en ti y en tu boca, otro día para extrañarte, otro día...
2 comentarios:
muy bien... me encanta la neblina. Me gusta mucho esta entrada. un abrazo!
Gracias Ce...a mi también me gusta la neblina ;) Abrazo grande!!!
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