lunes, 29 de agosto de 2011

El cielo puede esperar

("El cielo puede esperar", 
título de una canción de Attaque 77)


Como todas las noches desde que no estás aquí, me tiro en el sofá a contemplar lo que hubiera sucedido y aquello que no sucedió, exactamente eso que nos separó. Recorro los paisajes grises de mi memoria y me obligo a ir a la cama luego de horas, días sin dormir. Todos saben que no he vuelto a encontrarme con la razón, será quizás por ello que nadie se detiene a ver más allá de mis pupilas. No los culpo, yo elijo alejarme siempre que se acerca el temporal. Y así, completamente solo, vino la desalmada muerte a encontrarme. Me andaba buscando hace tiempo pero nunca la había deseado tanto como esa noche, como esa otra noche. Y me escuchó pues. Y allí estaba. Sujetándome, sin remordimientos y sin clemencia. No suspiré como de costumbre. No derramé ni una lágrima. No esperaba consuelo ni contemplación alguna. Pero, de pronto, como si realmente estuviese viendo mi existencia en la pantalla arruinada de un cine, vi pasar cada escena, cada recuerdo, todo se iba y yo me iba con todo. No. Así no es. Así no debería ser. En el último instante, rogué por que me dejara. Suéltame, le grité. Déjame, le imploré. Aún me pregunto qué pasó aquella noche. De madruga desperté. Todo estaba claro. El sueño se petrificó en mis ojos. Supuse, algo dormido aún, que habiendo encontrado razones para respirar, el cielo puede esperar. Es que aletargado en la sonrisa cómplice de una muerte sin rastros descubrí, para bien o para mal, que hay tantas lunas para admirar, tantas estrellas por colgar, tantas flores por cortar. Hay demasiados cielos vacíos mientras otros no tienen más espacios para llenar, para contemplar. Existen almas varadas en ciertos rincones de amaneceres sin aduanas, esperando un abrazo sin razón. Hay cientos de palabras que nunca escuché y otras que me prohibí pronunciar. Hay ciertos ángeles con demasiadas lecciones mientras otros andan sin escuela. Hay pocos lazos que unen pero pesados como cadenas. Existen cientos de relojes que nadie reparó para que vuelvan a cantar. Hay demasiadas miradas cargadas de lágrimas que deseo secar mientras otras pasean sin saber mirar. Y como estas hay pilas y pilas de razones más para continuar respirando, para continuar pisando intentando dejar huellas. Claro que el cielo puede esperar, así será por algún tiempo más...queda mucho por hacer aún...




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