Buscándote por los espacios menos imaginables, me encontré...
Quise evitar este silencio y este universo de abrazos pero tuve que atravesar los desiertos del amanecer, sacudir las lágrimas y maquillar las estrofas grisáceas para hallarte y para hallarme. Recordando los espacios vacíos es como descubrí que amarte así no tiene lógica ni existe razón para seguir amándote tanto, vida mía. No necesito ya que me entiendas. Sólo necesito que no olvides lo que dije aquella vez, sólo tuve valor para decirlo una vez. Quizás sólo seamos almas vagabundas, sin techo ni razón de ser, a la deriva por los suburbios de las noches estrelladas pero somos y por ser tenemos obligación de sonreír, derecho a sonreír. Ya no me pesa esto que siento, ya no me molestan los agujeros en el pecho para respirar. Ya no se me escapan las palabras cuando te veo ni se me frunce el ceño cuando no te veo. El equilibrio lo hallé al encontrarme. Podría decir muchas cosas en esta página testigo, pero prefiero callar. Tus labios tienen la llave para destrabar mis labios, y como se que no vendrás, seguiré entonando al silencio a pesar de todo. Y a pesar de todo sigues conmigo, y a pesar de todo siento que te amo. Aprendí a sobrellevar esta carga. Te aseguro que ya no se estropea mi sueño por extrañarte. Ya no malgasto plegarias para rozarte ni me aferro al recuerdo para no desfallecer de amor. Podrías saber todo aquello que el mutismo custodia, podrías ser mi sombra en la habitación, el cigarrillo en mis manos y hasta podrías ser el ángel que me acaricia mientras duermo. Podrías...pero no lo eres. Y la historia está bien así. La historia no tiene por qué ser diferente. Ya no me amarga el café el no hallarte en mi almohada por las mañanas. Ya no me sujeta la melancolía ni me pierdo el ocaso por temor a despediciar miradas en algo más bello tú.
Me encontré buscándote y pude descubrir que tu nombre, aún siendo esa lanza que perfora mis espacios, tu nombre se evaporará como la niebla sobre la ciudad...