A contra luz encuentro mi reflejo. Del otro lado del lado oscuro vislumbro una conciencia ciega y anestesiada. Desde que los borrones del silencio marginaron mis palabras, me hallo perdida entre lo conocido y lo absurdo. Estudié las líneas de tus manos para verme en tu futuro y alquilé migajas de miradas para encontrar el sendero hasta tus brazos. Desde la noche aquella, cuando la soledad se alió con mi presente, todo es una farsa. Las fotos que grabé en mis pupilas se deshicieron como si sólo fueran cenizas, cenizas marginadas. Quién te dijo que la luz no puede evitarse? Yo ando en las penumbras y esquivo la luz todo el tiempo porque tu mirada me encandilaría.
En un instante de cobardía, nos separamos. No nos perdimos pero nos separamos.
Descubrí que de la locura a la tristeza hay sólo una palabra, ahora estoy triste, mi amor, y no me salen las palabras. Lo que nunca entendiste, me ata a tu recuerdo. Qué gran ironía. El quebranto de la noche humedece mis estrellas. En este caso, es más lamentable saber que ignorar. Tú sabes de mi amor pero ignoras mi mutismo. A contra luz reencuentro tu silueta, dibujando estrofas en la habitación. Me quedo sin ti al contemplarte. Me perdí al despertar.
Cuando la paciencia es más grande que la ilusión, la magia se hace realidad. Pero cuando sucede lo contrario, quedamos navegando sin brújula bajo estrellas marchitas. Y naufragamos. Yo naufragué por tu espalda. Sin ausencias no existiría el olvido. Sin tu voz llegaría a la demencia. Qué diferencia existe entre los dos? Veo mi reflejo y tu silueta, tú estás, yo no...
Déjame contarte un secreto. Estoy muriendo. Lenta, pausadamente voy desapareciendo. Y conmigo se van los fantasmas que me habitan. Se van las lágrimas que no podrás besar. Se va la libertad de gritarte lo que siento. Estoy muriendo día tras día, silencio tras silencio, abrazo tras abrazo. Quizás no lo entiendas aún, mas cuando la noche bañe de milagros tu sonrisa tan bella, lo harás...
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