lunes, 28 de febrero de 2011

Quien no se pierde en un laberinto...

Derrumbé mis cielos por ir detrás de tu mirada. Alimenté mis sueños con las miserables migajas de amor que me dabas. Suprimí palabras para que me entendieras, vida mía, y así estamos. Tú, soñando que quizás te olvide, yo, juntando valor en las madrugadas para olvidarte. 
Difundí por las cuatro esquinas del universo, los versos que escribí en las penumbras del día, para tu alma diáfana, y la soledad es mi única compañía. A nadie le importó mi ausencia, a nadie le importará mi ausencia, es que sin ti no hay nadie.
Confesé mis sentimientos al más sordo de los fantasmas y confundí tanto al destino que ahora me esquiva. 
Nuestras realidades son dos ángulos opuestos que no se complementan. Mi ficción la manejan cómicos farsantes y tus sueños los dirigen ángeles sin disfraz. Siempre a contramano por senderos paralelos, siempre de prestado en ruedas vencidas. 
Qué imperiosa falta de memoria. Qué absurda necesidad de cuentos. Grité tu nombre, mil veces grité tu nombre, hasta lo he escrito en este universo de melancolías pasajeras pero nunca lo escuchaste, nunca entendiste todo lo que no dicen las palabras.
Quien no se pierde en un laberinto, jamás ha peleado con su propio reflejo, con su propia sombra...con su propia alma...

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