Por fin acabó septiembre, este mes que lleva tu nombre grabado como sombra. No era cierto nada de lo que decías, no puedo condenarte por eso, te condeno por la desilusión...eres culpable de mi tristeza, pero ya termina, ya no está...ya se fue...se fue este triste y opaco mes, no creí que tardaría tanto en llegar al final...
Y a pesar de todo, más que nada de esta infinita tristeza que sólo tu nombre absorbe, a pesar de todo es justo y necesario que tú sepas que me salvas. Tu voz susurrando en la madrugada sin luna, me salva. Tu voz cantando las letras de Joa como si pudiera oírte en la inmensidad del desconocimiento, me salva.
Tú me salvas del peor de los destierros, la soledad. Esta soledad que sólo tiene tu nombre porque tú me lo has regalado, igual que tu alma, me has regalado el alma y yo sin saber qué hacer con la mía, si supiera dónde encontrarla, también te la hubiera dado, no lo dudes, por favor...
Se fue, la tristeza junto al rocío de la mañana, lágrimas grises de tanta espera, de tanta primavera sin sol...Se fue el recuerdo, la sensación escasa de que tú sentías lo que me decían tus ojos (vulgar mentira, qué bien mienten tus ojos), se fue el silencio que me mantiene alerta cuando las luces se callan. Se fue la noche, ya es otro mes, ya se fue septiembre, mes triste si los hay...se fue y tú sigues aquí, junto a mi, en la almohada, en la piel, en los labios que sólo conocen tu nombre, sigues aquí, Amor, y yo allá, lejos del olvido, cerca de la locura, como si fuera otro castigo por amarte sin que tú estés...el primer castigo es amarte más de lo que permite tu mirada, y sin embargo...sin embargo te amo...y aún en la despedida de este mes que creí nunca acabaría, todo se va, todo se fue, menos tu recuerdo, tu nombre, tú me salvas, ahora, en esta hora de llanto sin testigos y me salvarás cuando la noche deje de cantar y descubra cuánto vacío hay en la habitación...en la cama...en el aire...en la casa...
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