Me quedé pensando en su mirada. Creí que no había nada detrás de sus ojos de miel líquida. Resucito de algún cajón esa sensación de tener su mirada. Me convierto en recuerdo para poder sentir de nuevo, una vez más esa caricia de su mirada. Ya sé que no es justo, pero a veces la tristeza me abraza de tal manera que no puedo evitar que me arrastre. Del recuerdo a la tristeza y de ahí a ser lágrima diáfana sobre una fotografía, no hay trecho, es instantáneo el pasaje.
Me retiro del legendario rincón contemplando el universo sobre mi cabeza. Y hoy el universo está lleno de tristeza, pero sé que es sólo la otra cara de la moneda, la otra cara de la luna.
Quizás, sólo quizás, si estuvieras aquí, conmigo, y aún viviendo en el lado oculto de la luna, aún así podría sonreír, no me importaría tener oscuridad. Mi niña de ojos claros, eso eres, mi niña de ojos tristes que me atraviesa el alma sólo con una mirada.
El universo que me habita, que me llena desde la primera luz del día hasta la última canción de la noche, ese universo existe en tu mirada, sin ella me quedo inerte abrazando el escaso espacio que una nada impertinente me deja vacío. He intentado, dentro de mis pobres ilusiones, desarmar el camino, pero siempre termino ahí, en esa mirada, en esos ojos color miel que me roban hasta el último aliento.
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