Otro día más sin sentirme acorralada por tu mirada y me quedo navegando sin más brújula que mi propia y desalmada melancolía. No sé qué hubiera ocurrido si aquella noche en lugar de escaparme por los caminos del silencio, te hubiera abrazado tan fuerte que me habrías pedido que te soltara. Y preguntarme esto es como preguntarse qué hubiera ocurrido si el lobo feroz hubiese sido en realidad un príncipe encantado...
Pero los días, y las noches, siguen pasando, mi vida. Y te sigo buscando y no te hallo ni en las fotos que acumulo sobre los estantes de una vacía biblioteca. Me acomodo en el sofá verde que acarició tu piel y cierro los ojos evitando la luz que entra por la ausencia de gente en esta casa. Y te imagino. Tu voz en susurros desprovistos de cualquier tipo de ficción. Tus manos claras rodeando mi cintura. Tu mirada de abismo y noche atravesando mi ceguera. Sabías que no necesito tener los ojos abiertos para sentirte? Sabías que es tan fuerte este sentimiento que me complica la vida? Quizás lo sabes mejor que yo. Quizás no encuentre nada mejor para distraerme que leer otra vez, el verdadero y cruel cuento de Caperucita Roja, porque al final, al final la historia siempre es otra...
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