El aire se convierte es espuma, en una densa espuma. Aquí dentro las ilusiones son como los espejismos trágicos de las noches en vela. Tengo que salir. Y caminar es la mejor opción. Salgo pero en la esquina me atormenta la idea de no poder regresar y vuelvo, agitada, sin pisar el suelo. Las horas estallan en los rincones, y lucho con las escasas energías que me restan, contra todas ellas, y así llega la madrugada, sin sueños ni delirios y nunca sé qué es peor. No sé qué es peor, si no poder dormir o no poder soñar. Cada pensamiento, cada tormenta que nace me va convirtiendo en un ovillo de carne y huesos, pero sin alma, sobre una cama demasiado vacía. Y empiezo a comprender las verdades que me niego a recitar. Y empiezo a aceptar las mentiras que me obligan a escuchar. De pronto, el sol entumece mis ojos, y el llanto se presume poco digno para venir a consolarme. Descubro, envuelta en un terror sin precedentes, que son tantas las cosas pendientes...vuelvo a intentar respirar y me desmayo sin entender qué carajos está pasando. Me despierto sin noción del tiempo ni de la vida, escucho la canción de siempre a orillas de mi propia impotencia. Aletargada entre las horas que me vencieron y las voces que ya no puedo callar, malditas voces, suspiro para reencontrarme con cierta sonrisa y ciertos ojos...suspiro para volver a respirar...suspiro para encontrar el coraje de levantarme y salir a fingir por las calles que ya ni te recuerdo..
Lamento no ser lo que un día fui, lamento tener que sonreír cuando te veo...y tener un diluvio en el alma...las malas decisiones me trajeron al silencio, y ya no puedo salir, cosa que también lamento...
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