La penumbra vuelve a saborear los rincones que me rodean. No es tan fácil escapar de esta melancolía. Resulta ser que estás con él, y yo pensando en ti. Y resulta también que recordé tu mirada y el brillo en tus ojos, pero no era a mi a quién miraban, y esos ojos que tienes y que hacen daño al mirar. Ya no puedo seguir extrañándote de esta cruel manera. Hice de todo por alejarme, por no acercarme, por no verte más. Pero el sentimiento, los sentimientos son demasiado inmanejables, son la tormenta que se acerca y que no me permite salir a la calle por temor a que me atrape el aguacero en mitad del camino. Los sentimientos me mantienen presa en esta habitación sin retorno y sin luz, temo poder salir y refugiarme en tus ojos, aún cuando no sea la mejor idea. Sólo necesitaría que me abraces para que el temporal pase o que venga para quedarse pero que nos encuentre fundidos, uno en brazos del otro...
No estoy bien, amor, pero supongo que algún día se irá esta locura ingrata que viene a visitarme cada vez que recuerdo dónde estás y con quién estás. Mientras yo, José, el mismo que te amó cuando aún no te conocía, el mismo que jugaba con las palabras y que luego se dejó arrastrar por la mediocridad, mientras ese mismo José, te ama envuelto en una tristeza demasiado valiente, demasiado tenaz para mi, siempre cobarde, alma...
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