Y el invierno se acabó. Y el frío pasó y el silencio se sigue presumiendo inocente de tanta soledad pero no será la excepción, también se irá. Lentamente, me ato los cordones de las zapas por segunda vez desde que las compré, hace como 4 años, me impregno de valentía y salgo a patear escombros por la tempestad de los sentimientos. Me sumerjo en la lluvia y en los huracanados vientos que vienen del pasado, me meto de lleno en los tornados que vienen del futuro y caigo rendida y sin fuerzas en las aguas turbias y calmas de este presente. El tiempo es tan ambiguo y tan desleal, a veces.
Y en la realidad, me pierdo. No comprendo mi silencio teniendo tanto por decir. No comprendo mi desamor teniendo tanto para dar. Y bueno, quizás, lo incomprensible sea coherente algún día. Resulta que es tan profundo esto que siento que no me atrevo a cavar más lejos. Sé cuánto necesito saber, aún en mi afán por conocer todo, sé que no puedo saberlo todo. Y a veces es suficiente con lo que sé. Me basta encontrarte en mis sueños cada tanto, para inventarme historias donde te importo. Sobreviví por todo este tiempo, podré hacerlo un rato más.
En las madrugadas, cuando no hay lágrimas ni el cansancio tiene ganas de convertirse en héroe, asumo el papel de protagonista y me fugo de todo y de todos. Así logro terminar la historia. No puedo contarte todo sin sentirme desaparecer. Quisiera que entendieras eso, mi impotencia al momento de narrar sin preámbulos ni vueltas, todo eso que me llena y me vacía al mismo tiempo. En algún momento llegará la luz e iluminará todas las dudas, las excusas, las respuestas vagas y quizás tenga la dicha de reencontrarme con tu mirada, sin sentir que me pierdo y que todo vuelve a empezar.
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