En Sunchales alguien sueña con un amor para toda la vida y el mundo se vuelve sereno y acogedor. Baja las persianas para no sucumbir al desamparo del recuerdo. Y llueve y llora. En Sunchales las cosas están como siempre, peor quizás, pero hay alguien que sueña una realidad posible y la llovizna le eriza la piel. Y sale a caminar por las calles que hablan y gritan sin que nadie escuche, es que son gritos pintados y a nadie le interesa la lectura. Puedes estar siempre en el mismo lugar, o girar por otra esquina, un día, y cambiar las cosas de lugar como si las hubieran acomodado otros y no vos. Caminar bajo la llovizna te limpia el alma, te lima las palabras que son como cayos en las manos, te bendice la mirada. Caminar bajo la llovizna te hace más humano, menos fantasma. Cualquier lugar sería un buen lugar si los sueños fueran diáfanos como las gotas que caen y se acumulan en charcos, para nada desprovistos de melancolía. Pero en Sunchales alguien sueña despierto con un amor para toda la vida mientras todos permanecen dormidos.
Hay alguien que comprende la verdad a través de la llovizna. Alguien sabe que mañana o pasado saldrá el sol y la claridad se reinventa cada día, y así podrá reiventarse a sí mismo y a sus lágrimas. Sabe que podrá acceder a todos los silencios cuando sea capaz de controlar sus palabras y entonces, sueña y se adentra en el silencio, se pierde bajo la llovizna que le humedece la ropa pero le limpia el alma.
En Sunchales alguien comprende que nadie está exento de la locura y se anima a seguir soñando con un amor para toda la vida y a seguir caminando bajo la lluvia porque sabe que ya se enfermó de amor tantas veces, no le hará nada pescarse un resfrío...
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