Hay cosas que no cambiaran, aparentemente. Me esfuerzo, y siempre parece que es vano, por olvidar lo que me lastima: tu mirada. Voy de un lado para otro del pueblo como huella perdida, buscando su zapato. Estuve a segundos de gritarte mi verdad, doy gracias al cielo por empezar a llover y permitirme salir corriendo. Y cuando llueve es como si todo volviera al principio. Quizás por nacer en invierno o por este vicio de abrazar. Esta casi absurda necesidad de tenerte conmigo pero sin tenerte. ¿Sabías que me conformaría con un abrazo? Pero claro, sólo tu rechazo me haría más vulnerable de lo que soy. Y sigue lloviendo, por suerte, esto me impide regresar a buscarte, me impide rastrear las huellas que dejaste.
Es tarde ya, siempre es tarde cuando el cielo amaga con otro chaparrón y la tristeza consume cada recuerdo. Dormiré soñando contigo, amor, mañana será otro día y las cenizas de esta noche se esfumaran con el viento que siempre sopla del sur...sin cambios, sin olvido y sin tu perfume...
Un diluvio en la ciudad y un llanto en el alma, bonita combinación para extrañarte tanto, no crees?
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