Exactamente son las 22.17 horas. El viejo mira el partido de boca y no para de protestar. La vieja lo acompaña por costumbre, no le importa en absoluto cómo juegan ni contra quién. Yo me aislo, me sumerjo en mi universo, leo páginas que nadie visita y me aburro. Salgo al patio a fumar un cigarrillo y veo cómo la noche se ilumina con los relámpagos y la furia de una tormenta que vino para guiñarme un ojo y decirme que no estoy sola con mi llanto. Mientras estoy afuera, sólo tengo un pensamiento: si tuviera dónde dormir, amor, te invitaría a soñar, te invitaría a abrazarme para no naufragar en esta noche de lluvia...
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