martes, 9 de diciembre de 2008

Basta...

El silencio está hablando de nuevo, nuevamente tiene algo para decir, ya no lo puedo callar, la música no me sirve, la radio está rota, no funciona, los autos de la avenida se detienen, la gente enmudece, el perro de la esquina se calma, ya no desgarra el aire con su aullido, el viento se encerró en el edificio de enfrente, mis fantasmas se duermen en la silla, todos se amotinan contra mí. Nada ni nadie desea contrariar al silencio. Cuando él apareció todo lo demás se esfumó, cada ruido, cada bullicio, cada súplica, cada grito quedó mudo ante el silencio. Y yo, yo no quiero escucharlo a él, por favor. Sé lo que dirá, sé que me enfrentará cara a cara, en una lucha sin treguas contra el dolor. No necesito luchar contra el dolor, ya abandoné esa lucha, ya no quiero pelear, el dolor seguirá ganándome, es inútil pelear así, es absurdamente despareja esa guerra. Qué vuelvan ya todos los ruidos, es una súplica desesperada de mi cuerpo, quiero bullicio, sonido de pasos en la acera, autos matándose en la calle, perros peleando con el viento, gatos perdidos llorando en mi ventana. Basta de silencio, no lo tolero más. Quiero hablar todo el tiempo, que nadie me escuche, no me importa, de igual manera eso ya es una costumbre, hablar y que nadie escuche, pero basta de silencio. Es tan cruel, es tan cruel escuchar una y otra vez, a cada respirar, como un disco rayado, lo que el silencio tiene para decirme, ya me lo sé, ya no necesito seguir escuchándolo. Él llega, se sienta en mi mesa y baraja sus propias cartas, y luego quiere que yo le gane un partido de naipes marcados, es absurdo, tan absurdo que es gracioso.

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