Déjame contarte un secreto. Hice un pacto con tu alma. Resulta ser que la encontré de madrugada hace unos meses. Iba robándole trozos de sueños a la noche y en uno nos cruzamos. Yo rogaba por no despertar, suplicaba que el reloj no sonara a la hora programada. Ya la había visto una vez. Fue aquella vez cuando tú y yo nos miramos y el tiempo se detuvo y el frío se quedó mudo. No me costó reconocerla. Mi ermitaña soledad es como una gran piedra para mi alma. Y tu austera seguridad es un continente para tu alma. Le pedí tu amor pero hicimos un pacto. Cuando yo obtuviera tu amor, debía negar el mío. No te parece justo? Pues a mi tampoco me resultó justo. Pero un pacto no se puede romper y por tener tu amor hubiera hecho cualquier cosa. Es así que por eso me alejé de tu perfume, de tus manos, de tu voz y de tu silencio. Leí en tus ojos que me amabas, ya sabía yo que esto sucedería así. Y me fui de tu abrazo. Y me alejé. Que tú me ames me convirtió en el ser más egoísta del universo. Egoísta y cobarde, obvio…
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