martes, 2 de septiembre de 2014

con calma...

Y un día, en un hueco doliente y luminoso, como un cuarto herido y ebrio, la situación se revierte. Con calma, con alma y lágrimas, la esperanza se vuelve un pendiente perdido en la oscuridad que resplandece y encandila a la luz del sol, esa luz que lucha y lucha por entrar. Todo encuentra un lugar, incluso las tuercas que he juntado durante años en las calles, las tuercas de la buena fortuna, decía mi nona (las tuercas que te faltan, diría un amigo). Un día, en un afortunado accidente de estrellas, mi verdad sale a flote y empiezo a purificar mis argumentos y a desechar mis excusas, todo, todo se vuelve simple y bello como un atardecer de la niñez.
Y la luna se vuelve cómplice y enciende un cigarrillo conmigo para acompañarme en este camino a lo desconocido.
La certeza de lo implacable, de lo esencial, la vanidad de conocer que lo difícil nunca fue difícil. Difícil es olvidar, el resto se acomoda y se descubre y se encuentra y se sale y se naufraga y se nada...El resto es una superficie en calma y armonía como un espejo...el espejo en el que me miro.
Tantos septiembres acumulados y sepultados para aceptar la única verdad: ser feliz no era tan caro como suponíamos. Suponíamos antes, siempre antes de ser. De ser. Hay que ser más seguido, más a menudo, más siempre. Ser y ser uno, sin máscaras ni espejismos ni dudas ni disfraces. Ser feliz en la vigilia y en sueños...
Y un día, en cierto acierto de lo incierto, la oscuridad se disipa con apenas una sonrisa (siempre la tuya) y el mundo empieza a girar otra vez, el sol entierra soledades y abona campos de silencios con ternura, todo comienza a despertar, yo comienzo a creer que la felicidad es continúa y constante, y lo transitorio es alguna tormenta de vez en cuando. El resto es todo claro, es siempre claro y simple, luminoso y sencillo; sólo tengo que sonreír...Sin amparo, la locura y la tristeza caminan a la deriva por la estrecha y meditabunda realidad...No se puede huir de la realidad, pero yo al menos, la puedo adornar y domar y sonrío porque un día, en una grieta cálida del pasado, me descubrí cuando te ví, y lo celebro...

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