En algún lugar del tiempo y del espacio, se sembró una semilla inmortal. El destino fue y vino, la semilla germinó. Yo nací, crecí y viví por mucho tiempo sin tener idea que aquella semilla era una amistad preciosa que recogería yo algún día, o quizás, no fue así. quizás esa amistad me estaba esperando. Hace un tiempo, no puedo precisar cuánto, es que el tiempo para mí es relativo y poco práctico, razón por la cual no uso reloj, dicho sea de paso, pero en fin, hace un tiempo, paseando por la vida, preocupada por temas irrelevantes, ofuscada con la ironía del destino, me topé con aquella semilla y la coseché. Me resultaba extraño cosechar sin haber cultivado, pero lo hice. Esa amistad, hoy es un pilar más en mi estructurada existencia. Es un oído en mis penumbras, que son varias. Es un ala para cobijarme en mis tormentas. Es una huella que me recuerda el camino. Es una luz entre mis tantas sombras. Hoy, esa semilla que no sembré ni cultivé, pero que sí coseché, es mi amiguita Flor, una flor que me abraza cuando pierdo el sentido, una flor que me cuida cuando me olvido de todo, un tesoro que guardaré y cuidaré por siempre. Mi amiguita Flor, bella y simple, como escasas, gracias por formar parte de mi jardín...
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