Iba el silencio cantando las estrofas de un grillo dormilón, por las calles ausentes de cierta ciudad en ruinas. Y no era mi memoria. Era otra ciudad. Las luces no eran estrellas y las nubes no eran tormentas. Pronto amanecería. Los sueños sin dueños, esos trabajadores vagos, comenzaban a molestar demasiado por las noches, y cada vez que el silencio salía a pasear, se hacían los que dormían. Pero siempre habrá mentiras que olvidar y amores que recordar. Y así, bajo la luna azul, los amantes que eran amigos se encontrarían otra vez.
Quién se atreve a jurar que la ilusión y la fantasía son sólo habitantes de la noche? Quién se atreve a desfilar por el abismo de la inconsciencia sin temor a caer?
No me cuenten historias de fantasmas ni fábulas de viejos, no creo en nada desde que una luna azul me miró a los ojos para condenar mi cobardía. La noche concede deseos a aquellos que no la molestan...y el silencio sigue cantando aún cuando la ciudad parece despertar...
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