Todo lo que tengo te lo doy, todo menos mi silencio, en él guardo las palabras para nombrarte en esta ausencia o en mi soledad, da lo mismo. Te doy mis encallados libros de anonimato cautivo, mis tardes de confesiones ciegas al olvido, mi llanto para que riegues los recuerdos, hasta te doy mis sueños para que entiendas mi locura.
Te ofrezco mis injustas condenas a la melancolía, mis fugaces realidades, mis cajones revueltos, las calles de mi laberinto, las cenizas del último adiós, las páginas siempre en blanco de un futuro sin testigos y también la constelación de mi techo en ruinas. Todo te lo doy, pero no mi silencio, mi silencio me lo quedo para poder escuchar el eco de tu mirada cada vez que necesite volver…
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