jueves, 13 de mayo de 2010
Las cosas se distorsionaron demasiado. De repente ya no sé lo que estoy pensando. Me descubrí inmersa en un gran laberinto del cual no quería salir. Tengo cada una de las llaves que me sacarían de aquí. Pero no quiero. Esta contrariedad me está llevando lentamente a navegar por aguas turbulentas. Preguntas imposibles de transcribir me golpean en la cara. Sentimientos encontrados. Un amor que no me atrevo a revelar, ni siquiera en el silencio de la noche. Una ternura incapaz de abandonarme. Un rencor barato de siglos atrás...cosas que se mezclan con razones y no quiero salir.
Hay un manojo de llaves esperando en la puerta más cercana...tengo al alcance de un suspiro las llaves para las puertas que no me atrevo imaginar siquiera...qué maldita irrealidad es esta? Pienso que todo esto que siento, que me llena y me vacía al mismo tiempo, le está pasando a alguien más. No soy yo...
Acabo de entender que todas las llaves están aquí, pero no quiero salir de este laberinto, ya me acostumbré al silencio, al martirio del frío de las noches oscuras, al murmullo de la luna en penumbra, al vacío perfume de una sombra...me acostumbré y a pesar de hallar las llaves que me liberaran de todos los fantasmas, de todos los sufrimientos, hoy prefiero dejar ese manojo de llaves donde está, no tocarlo, no vulnerar su estado de quietud. La monotonía finalmente ha ganado la batalla, finalmente he aceptado mi destino.
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