Alguna vez estuve en romA, hace bastante ya. Seguro que ha cambiado como todos, como vos y como yo. La ciudad tiene un corazón que late al compás del viento, que fluye con los silencios y se emborracha con olvido. Estuve allí una vez o quizás dos, es difícil olvidar sus ojos apasionados y sus manos suaves. La primera vez entré con escudos, no es ciudad para cualquiera, menos para cobardes. Mis escudos cayeron al segundo beso. Me extravié buscando razones, caminé a tientas, tentada por los fantasmas de siempre, me quedé sin voz por susurrar cuando debía gritar porque en romA es todo o nada, se llega mejor con la piel ya cicatrizada. Nunca me escapé del todo, han quedado partes de mí esparcidas por las aceras oxidadas, por los angostos callejones y por las perpetuas terrazas.
Estuve en romA alguna vez y es tan bella como enigmática. Bella con sol, con lluvia, con temporales e incluso con nevadas. No fui capaz de descifrar todos sus enigmas y me prometí volver. No supe nunca cómo llegué a romA ni cómo salí de allí. Hay canciones que tienen tu nombre, nombres que te albergan, suspiros hambrientos de besos que te evocan, martirios que te maldicen y sin embargo, nadie, ninguno ni todos juntos podrían describirte.
De tanto buscarte, quizás vuelva a sumergirme en tus pupilas, romA, pero ya no serás igual...el tiempo te borra las huellas pero no la cicatriz...
Desde cierto paraje, confieso que haberme abrazado a tu espalda fue la única mala decisión que no lamenté...la mayoría te nombra sin saber qué nombra, yo al menos, ya estuve ahí...
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