Macondo parece un espejismo en este lugar, aquí donde hace siglos que el sol no se asoma y la llovizna es un manto de alivio. Si me vieras, amor, si sólo pudieras verme en este otoño interminable, en este preludio eterno de invierno, si pudieras quizás el espanto te abrazaría, quizás vos me abrazarías. Mi dolor no termina, siempre encuentro vacíos, huecos, heridas, ya no sé qué nombre ponerle, pero siempre hay una sombra, una cicatriz opacando los pequeños destellos que provocan tus ojos. Siempre he querido salir del laberinto que habito, siempre he deseado perderme en un mar o en una boca pero siempre acabo perdiendo todo y perdida. Pierdo la razón, el encendedor, las llaves y tu perfume. Pierdo el olvido, me sumerjo en las tinieblas del pasado que más me ha dañado. Siempre termino eligiendo fantasmas antes que a tus brazos. El oficio me hizo cruel y siempre tengo más excusas que razones. Verás amor, tengo una tristeza incalculable, lleva siglos prendida de mis hombros, es una melancolía a colores que no me permite olvidar quién fui ni quién soy y mucho menos quién debería ser, para el resto claro, porque todos saben cómo quitarme esta locura pero nadie tiene espejos, nadie me presta sus ojos para mirarme y que haya encontrado en tu mirada un mar, no me deja de martirizar la idea ridícula de amarte sin siquiera poder hacerlo, lo ilógico y absurdo es que de tanto decir acabo resucitando en algún poema y ahí, donde nadie me lee, puedo ser yo otra vez, yo con mi tristeza, con mi locura porque, lo aclaro una vez más: mi locura es esa máscara inentendible de la tristeza; ser yo para que nadie más me vea, quizás si vos me vieras, sería menos triste, si vos me vieras quizás entenderías que necesito un abrazo de media vida, o un beso de tres segundos...tres segundos, ese fue el tiempo que me tomó encandilarme, tus ojos fueron un faro en mis tempestades y aún así, sigo perdida o triste...si hablásemos de amor podría decir enamorada pero no, el amor es otra cosa.
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