jueves, 6 de noviembre de 2014

dos

Persiguiendo al posible amor de mi vida, ese idilio adolescente que me vuelve real y creyente. De pronto, el camino se abre, una encrucijada que me parte el alma en dos. Sí, por supuesto, llueve. Son las dos de la mañana. El aire es espeso como un bosque tropical y la lluvia cae, lavando y enjuagando las hojas y las grietas, las cicatrices y las ramas. Por temor a resbalar, voy mirando el suelo. Hay charcos que dibujan ausencias, rostros amables de algún recuerdo pasado o por pasar. Un hueco en el suelo inundado y una imagen premonitoria. La lluvia golpea mi cuerpo agotado y cada gota sabe a lágrima y una gota unida a otra gota produce una unidad sonora, una melodía melancólica que me hace olvidar el por qué estoy caminando. Dos gotas juntas son un silencio roto. Y dos soledades compartidas son una sombra entre penumbras. El bosque cuando es frondoso no permite la entada de la luz del sol. Y llueve.
Sigo caminando. Voy contando los pasos de dos en dos. De dos en dos son menos los que faltan y son tantas las huellas que dejé. La lluvia me obliga a dar pasos a ciegas. Las gotas chocan en mis párpados como minúsculas y heladas espadas. Espadas que lastiman pero que no ayudan a cortar las distancias, menos las malezas. Levanto la mirada y ya no distingo al posible amor de mi vida. Llegué a la bifurcación de los caminos y la ausencia es letal. Un sendero que se parte y me parte el alma en dos. Un sueño partido no es ni será un sueño compartido. La historia es conocida. Caminar bajo la lluvia de una primavera en lenta agonía, me obliga a contar pasos y a repartir maldiciones. Llegar a casa sola con el ruido ensordecedor de un llanto en baja frecuencia y disfrazado de lluvia, me envuelve de realidad. Y dos realidades palpables nunca igualarán a un sueño compartido. Y el corazón late en armonía con la música que cae sobre los tejados. Dormir es más sano que delirar, dicen; después de un par de ilusiones rotas, delirar provoca alivio, como el viento sur después de dos días de lluvias copiosas e insensibles.

Sucumbir o desaparecer, ¿alguien me sigue? Te despojo de las dudas: dos amantes se perdieron en el bosque una noche de aguacero y el mundo sigue siendo el mismo.

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