Cruzo la ciudad siempre vacía, abandonada, amarilla, no puedo detenerme en ninguna esquina, es peligroso, podés aparecer vos con tu soleada sonrisa y romperías el hechizo, no tiene sentido, lo sé. Si me preguntan, nunca sé dónde queda tu casa, menos dónde están tus sombras. A veces llueve, inevitablemente, y entre los cien árboles que hay desde mi casa a tus caprichos ni un refugio me abraza.
Los sonidos se vuelven ecos, quizás estoy realmente en un cuarto contando azulejos, porque nada es tan irreal como nombrarte y que no estés. El amor no alcanza, no? tal vez las tristezas amontonadas me lleven a tu mirada, tal vez no...no creo en nada, no existe nada en qué creer, no? ese es el problema.
Todos los endemoniados días cruzo la ciudad, a veces corriendo, a veces de rodillas, está siempre en penumbra, no importa la hora que sea, el otoño está arrasando con todo a su alrededor, aunque es más probable que sea tu ausencia, mi falta absoluta de refugios en este preludio de invierno.
Tenés los ojos más lindos que vi, y la sonrisa, y el cabello, y las manos, y los hombros, y la forma en la que te movés entre los árboles secos del otoño cuando no hay refugio que salve al amor que te tengo o que te tuve, nunca lo sabrás, nunca lo sabré.
Y yo cruzo la ciudad sin saber qué haría si me choco con tu mirada...inevitable el delirio, fugaz la cordura...siempre estarás atravesando mis silencios...
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