Todavía es temprano, lo sé sin necesidad de mirar el reloj. La habitación respira y la ventana permanece inmóvil. No deben ser más de las cinco. Y yo sin poder dormir. Y ya no dormiré. Las secuencias del sueño quedaron tatuadas en mis pupilas. ¿Cómo puede ser? Toneladas de dudas, de incóngitas se amontonan en el espacio vacío de la cama. Yo no puedo dormir con tantas preguntas y otros viven sin preguntarse nada, no lo entiendo. ¡Qué efímero, fugaz, imposible se vuelve todo! No comprendo. Tanto caminar, tanto andar, tanto trancurrir, a veces por las tinieblas, otras por la luz; para acabar siendo nada o nadie. O sólo un recuerdo. ¿Qué es un recuerdo en el laberinto de la memoria para alguien que no puede recordar? ¿Qué es un llanto, una caricia, una ausencia, un perfume en el laberinto del tiempo para alguien que ya no tiene tiempo? ¿Qué es una palabra, una letra, un silencio en el laberinto de escasas bibliotecas para alguien que no sabe leer? ¿Qué es el amor en el laberinto de incoherencias y miserias de un mundo ciego y sordo para alguien que sólo tiene migajas? ¿Qué pudo hacer yo, una simple mortal con vocación de cobarde en un laberinto de buenas intenciones y malos métodos, para quemar, extinguir todos esos laberintos? Yo, alguien que no puede salir de su propio laberinto de ideas en cenizas y de dudas incendiadas, que no puede conciliar el sueño y menos todavía, aunque sea temprano, conciliar la realidad con mi realidad.
Ya son las seis, es mejor que me levante y salga a patear las calles sucias de este laberinto oscuro y vacío que es la ciudad de madrugada. Quizás aprenda a vivir sin preguntarme nada, como muchos, quizás algún día logre salir de mi propio laberinto...algún día o nunca...