martes, 10 de abril de 2012

Contame...

A veces duele tanto verte que elijo esconderme en los pasos ajenos, manipulando los senderos que no siempre me llevan a vos. Es esta especie de algún síndrome del silencio lo que me impide hablarte cuando te tengo tan cerca, tan cerca que puedo rozarte la piel con un suspiro. Y me sumerjo en el mutismo, ni a los ojos puedo mirarte. Siento que me pierdo cuando lo hago. Hay ciertos espejos que prefiero esquivar. Y es tan profundo el abismo que temo caer.
Los días se me amontonan en la almohada y no puedo respirar como antes. Dejo las puertas abiertas pero el viento no me trae tu perfume. Tengo tantas preguntas para hacerte y sin embargo, al encontrarte por las calles de este pueblo gris, me inunda el silencio. Contame cómo estás, quién es la dueña de tu sonrisa, quién acaricia tu rostro, quién osa posar su mano en tu espalda. No sé, decime vos cómo llegué hasta acá sin gritarte mi verdad y cómo es eso que ahora sos experto en fragmentar mil palabras hasta que llegan a ser silencio. A veces siento que sabés más que yo. Sabés cómo me martiriza ver tu mano en las manos de alguien más. Sabés lo que pesa mi alma cuando te esquivo. Sabés lo que siento pero, como siempre he pensado, preferís no saberlo, no? Ya sé que mis locuras no alcanzan a cubrir mis deudas, al menos podrías hacer un intento por despertar y hablarme. Necesito saber, quiero saber cómo te trata el universo, qué planes tenés para mañana o para el fin de semana. Me carcomen las dudas, me matan lentamente los celos. No quiero molestarte, eso es cierto, no quiero, por eso a veces, ni te saludo, es que siento que te incomoda mi mirada cargada de ternura que no puedo ocultar. Mis deseos se hacen agua entre los dedos cuando compruebo que no tenés ni la más mínima intención de ver mi sombra. Vuelvo a casa, escuchando las campanas puntuales de las once de la noche y todo queda a la deriva en este mar de incertidumbres y miradas errantes. Podría desempolvar las estrofas que te nombran y regalarte más palabras que silencios pero de sólo pensar en tu rechazo, se me hiela la piel, tu rechazo me dejaría inmune ante esta terca soledad...

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