He vuelto a caer en tu mirada. Creí que todo estaba resuelto. Te he echado tanto de menos en estos días. Viajé, conocí lugares y paisajes dónde Dios puso su mejor esmero, y aún en la inmensidad de la distancia, volví una y mil veces a pensarte, a acariciarte, a sentirte en mi piel. Una total falta de respeto contemplar tanta belleza y seguir pensando en ti. Aún no creo y mucho menos confío que este sentimiento se me irá de la sangre. Ya me entregué a la absurda pero nunca tan desalmada resignación. No hay ya nada que pueda hacer. En total hice siete mil kilómetros, recorrí y crucé la cordillera cuatro veces. Me enamoré para siempre del océano pacífico. Me acurruqué entre montañas, valles verdes, cerros nevados, selva virgen. Navegué a tres mil metros sobre el nivel de mar. Contemplé la luna en uno de los desiertos más áridos del planeta y nunca antes me sentí tan sola. Lloré dos veces: una por tanta belleza y otra por no tenerte a mi lado. Rechacé sonrisas. Me sentí miserable. Me sentí invasora de una de las maravillas del mundo, como si estuviera saboteando un trozo de historia al incrustar mis huellas y rozar con mi alma las piedras colocadas hace tantos siglos.
Hice el viaje con el que tanto había soñado. Me aferré a la idea de que con tanto por recorrer jamás tendría tiempo ni ganas de extrañar. Vaya ironía. El tiempo es tan ilógico. De cualquier manera y casi siempre de todas maneras, te he extrañado. A veces, escapar sólo te deja más huérfano. Otras veces, escapar sólo te convierte en cómplice de lo inevitable. Inevitable es amarte, pensarte. El tiempo y la distancia son remedios caseros para los cuales el alma es inmune (el alma enferma de amor). Así están las cosas. Ahora que todo ha vuelto a la cruel normalidad, y el mundo sigue siendo tirano al igual que el maldito olvido, ahora sigo pensando en ti. Ahora que te he vuelto a mirar sin que supieras que te estaba mirando el alma vuelve a respirar. A pesar de ya no ser la misma que te observaba, el amor permanece intacto en mis pupilas. Comprender lo que siento ha sido más difícil que tomar la decisión de regresar. Quizás no lo entiendas nunca, pero tu nombre aún es una lanza que atraviesa mis espacios, todos ellos...
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